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Los 10 síntomas más frecuentes del trabajo en equipo.

Muchas veces en los equipos se trabaja más bien como un grupo, es decir, cada miembro se responsabiliza de determinadas tareas que se entregan a uno o varios responsables que se encargan, a su vez, de recopilar las distintas actividades para construir el trabajo encomendado. Si no es esto lo que necesitamos para obtener los mejores resultados de nuestra área, departamento u organización, quiere decir que hay algo que no estamos haciendo del todo bien.

Un equipo sería un grupo de personas trabajando juntas con una meta en común. Al trabajar juntos logran más de lo que podrían obtener trabajando individualmente. Un buen trabajo en equipo no se construye de la noche a la mañana, hay demasiados factores implícitos como para pretender obtener resultados excepcionales en poco tiempo. Para cocinar un buen equipo de alto rendimiento se necesitan varios ingredientes: implicación por parte de todos, esfuerzo sostenido, un alto grado de motivación, un buen liderazgo y, sobre todo, entender que a pesar de que lleva su tiempo, la espera habrá merecido la pena!

Para empezar, y con el objetivo de que hagáis un análisis de si vuestros equipos están en buena forma o necesitáis un buen plan de acción, voy a pasar a describir los que a mi parecer y a raíz de mi experiencia, son los principales síntomas que llevan a que un equipo sea disfuncional:

1.- Falta de confianza entre los miembros del equipo

La confianza es la base de cualquier tipo de relación. Su ausencia sólo puede llevarnos al conflicto, a mantener una comunicación ineficaz sustentada en la suspicacia y la falta de transparencia, a la crítica destructiva, a la desmotivación y al trabajo individualista entre muchos otros. Una gran pega de la confianza, fuera y dentro de la organización, es que en muchas ocasiones se pierde fácilmente y es difícil de recuperar, de ahí la gran importancia de darle su espacio y mimarla en lo posible.

2.- Intereses individuales por encima de los del grupo

Cuando se trabaja en equipo los intereses del mismo deben estar por encima de los propios. Por supuesto que se debe poner el foco en los resultados individuales pero siempre como un instrumento para el logro de los objetivos del grupo. Esto se debería tener en cuenta tanto a nivel intradepartamental como interdepartamental. Uno de los síntomas de que la salud de una organización no es buena es la aparición de Reinos de Taifas donde cada uno mira hacia los resultados de su propia pasrcela sin importarle los resultados globales.

3.- Comunicación deficiente

Se refleja en reuniones irregulares y poco frecuentes, falta de transparencia en la comunicación, ausencia de transmisión de la visión y objetivos de la organización tanto globales como de equipo e individuales. Difícilmente vamos a tener un equipo eficiente si los objetivos no están definidos, si sus miembros no saben lo que tienen que hacer o no saben por qué hacen lo que hacen. Otros síntomas de mala comunicación pueden ser también la ausencia de directores o responsables accesibles dispuestos a hablar con sus equipos y recibir su feedback, comunicación insuficiente o inapropiada con el cliente, etc…

Trabajo en equipo

4.- Ausencia de polivalencia interna

En ocasiones se da un exceso de especialización en los miembros de un equipo que impide cierta versatilidad y flexibilidad de cara a asumir las tareas de otros. Pienso que un buen nivel de polivalencia en un equipo, además del aliciente de que cada empleado tiene la posibilidad de ampliar sus conocimientos, implica que el equipo vive más tranquilo asumiendo que las tareas del departamento se van a cubrir aunque alguno de sus miembros esté ausente. Se evita el exceso de dependencia de determinadas personas del equipo.

5.- Equipos con “fichajes estrella”

Se puede dar el caso de personas altamente consideradas en el mercado que se integren en una organización con una actitud de “team player”. Sin embargo, no siempre es así y uno de los terrenos donde lo podemos observar habitualmente es en el ámbito del deporte. Hay determinadas personas con un nivel de “ego” tan marcado que el destacar en su actuación va a estar la mayoría de las veces por encima de los intereses del grupo.

6.- Desmotivación y apatía

El impacto de que un equipo esté desmotivado es altísimo para la organización. Con una alta probabilidad la productividad se ve afectada, el clima laboral se resiente y eso se traslada a todos los niveles de la empresa, llegando incluso a afectar la relación con el cliente.

7.- Pobre orientación a resultados

Puede que los objetivos no estén bien definidos por parte de la organización o que esto se produzca por desmotivación, una mala gestión del tiempo o un liderazgo poco eficiente.

8.- No existe una visión

Cuando una empresa no tiene una visión clara o no sabe transmitirla adecuadamente a sus equipos, se trata de una empresa sin rumbo. Sobre la visión se construyen la misión, los objetivos, las estrategias. Es necesario saber hacia dónde nos dirigimos para que nuestra actividad cobre sentido y encontremos de qué manera contribuir mejor a conseguir ese sueño que, aunque quizá empezó siendo de unos pocos, debería convertirse en el sueño de todos.

9.- Los perfiles que conforman el equipo no son los adecuados

Es imprescindible que los roles de cada equipo estén bien definidos y que los ocupen las personas adecuadas, o bien porque ya cubren las expectativas del puesto o porque tienen el potencial para poder hacerlo. Todos somos conscientes de que se pueden cometer errores en la selección de personal. Muchas veces no sabes cómo va a funcionar una persona hasta que la integras en un equipo. El problema no está en equivocarnos en el reclutamiento, sino en no moverse rápido para tomar las acciones correctivas cuando hemos tomado conciencia de ese error.

10.- No se saca partido al talento del equipo

En un equipo de alto rendimiento los talentos individuales son exprimidos al máximo por el bien de la propia persona, del equipo y de la organización Tener una persona infravalorada o infrautilizada, además del efecto emocional producido en la propia persona, supone un impacto importante en el trabajo en equipo y en los resultados de la compañía.

Quizá alguno de vosotros echáis de menos otro síntoma: la ausencia de un liderazgo eficaz. No lo he indicado como síntoma porque lo considero más bien una causa de todo lo anterior. Un buen liderazgo es la mejor medicina para curar equipos disfuncionales y como bien sabemos, un buen líder no necesariamente nace sino que también se hace. Por tanto, si ves reflejado alguno de los síntomas que he indicado arriba en tu propio equipo, no es el momento para culpabilizarse, sino para empezar a tomar las medidas correctivas necesarias para conseguir reducir esos síntomas y empezar a construir un equipo de alto rendimiento.