
Dos jóvenes ingresan a la universidad. Tienen 19 años cumplidos. Quieren ser economistas. Son amigos, muy amigos. Avanzan dos años de estudio…y uno de ellos empieza a desanimarse de la universidad. Empieza a cuestionar el sistema de formación.
Empieza a cuestionar que quienes le enseñan el curso de negocios internacionales, nunca han abierto un negocio. Son pura teoría.
Empieza a cuestionar que quienes le enseñan micro-economía, tienen problemas con sus finanzas personales.
Empieza a cuestionar que en dos años de carrera nunca nadie le hablo de liderazgo.
El muchacho ya no quiere un cartón, ahora quiere un negocio. Quiere dejar la universidad, quiere EMPRENDER. Entonces anima a su amigo: le explica su visión, le da los detalles de su idea, pero el amigo no le capta, no entiende, no tiene la visión empresarial. El amigo quiere seguir estudiando. Quiere acabar su carrera. Está en todo su derecho: además, seguir el estudio no le hace menos, ni mejor. Simplemente él cree que ese es su camino y está dispuesto a recorrerlo.
El otro amigo le sigue hablando.
Mejor hagamos negocios – le dice. ¿Qué vas a aprender aquí?
¿Quieres tener un título para conseguir una chamba? Los economistas terminan como profesores, investigadores, gerentes… yo quiero hacerme rico.
Ya avanzamos dos años – responde el amigo. Ya vamos cuatro semestres… ¿O sea que por las puras he estudiado? No, yo no me salgo.
Los muchachos viven una pequeña provincia que no pasa del millón de habitantes. En esa provincia tranquila, apacible, no hay mucho comercio. No hay movimiento. Ahí la gente se dedica al campo, otros buscan trabajo en alguna entidad del gobierno…
El muchacho emprendedor le explica a su amigo la idea de traer mercadería desde la frontera boliviana. Le dice que tiene un tío con experiencia y que ha reunido un pequeño capital. Ahora solo quiere que su amigo sea su socio, pero su amigo no quiere negocios, quiere acabar la universidad.
A ver, dime – qué vas a hacer cuando acabes? pregunta el emprendedor.
Puedo trabajar en un banco, responde el amigo.
¿Qué vas a hacer en un banco? – responde el otro. ¿Asesor financiero? ¿Gerente? ¿Vas a estar evaluando a quien darle crédito? ¿Cinco años estudiando para eso? ¿Vas a andar en tu motito con tu casco trabajando por un sueldo y una comisión?
Piensa en grande, quiero que piensas en grande. Hagamos negocios y ya después estudias. ¿Por qué aspiras a trabajar en un banco cuando puedes ser dueño del banco? Proyéctate!!
Señores, aquí hay dos muchachos con visiones completamente distintas. Uno le apunta al éxito masivo y el otro le apunta al empleo. Esos dos muchachos han crecido juntos, son del mismo barrio… pero ahora tienen horizontes diferentes.
El mensaje para la juventud es uno solo: Jóvenes, si algo no les gusta, no lo hagan. Si sienten que lo suyo es hacer negocios, hagan negocios. No se llenen de teorías. Piensen en grande. Construyan ahora. El cartón era una herramienta del siglo XX, ahora…en pleno siglo XXI, los que triunfan son los que tienen visión, los que tienen carácter, los que tienen actitud. Láncense al ruedo…decía Francisco recientemente, «jóvenes, hagan lío. Sean rebeldes. Luchen por sus sueños.»
El siglo XXI es el siglo de los soñadores!!